Para llegar al café Entrelíneas, debes guardar las lluvias en los bolsillos
y diluir tus pupilas en el trago que te ofrece la noche.
Antes de entrar, despréndete de las alas pluma a pluma.
El vuelo está adentro.
Perfúmate de viento para hojear los libros que te aguardan,
las músicas anfibias que reptarán sobre tu espalda.
Encontrarás tras la barra a un hombre con una nube rizada en la cabeza.
Cuando te ofrezca la mano, sentirás crujir la sal entre tus dedos;
Es la herida o la risa que todos llevamos dentro.
Él y su nube siempre sonríen porque saben que la tempestad aguarda lejos,
quizás en el fondo del vaso que vas a beber.
Juan Cuevas
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